Órganos sensoriales.
El oído es el órgano sensorial responsable
de la audición y del mantenimiento del equilibrio mediante la detección de la
posición corporal y del movimiento de la cabeza. Se compone de tres partes:
oído externo, medio e interno; el oído externo se sitúa fuera del cráneo,
mientras que las otras dos partes se hallan dentro del hueso temporal.
Las células sensoriales se localizan en
las ampollas de los canales semicirculares y en las máculas del utrículo y del
sáculo y son estimuladas por la presión transmitida a través de la endolinfa a consecuencia
de los movimientos de la cabeza y del cuerpo. Estas células conectan con las
células bipolares dotadas de unas prolongaciones periféricas que forman dos
tractos. Estos dos tractos pasan por el conducto auditivo
interno y se unen para formar el nervio vestibular, que se prolonga hasta los
núcleos vestibulares del tronco encefálico. Las fibras de los núcleos
vestibulares, a su vez, se extienden hasta los centros cerebelosos que
controlan los movimientos oculares y hasta la médula espinal.
Cuando el ojo se expone a una sucesión de
estímulos cortos, primero percibe el parpadeo y después, al aumentar la frecuencia,
se tiene la impresión de luminosidad estable: esta es la frecuencia de fusión
crítica. Si la luz estimuladora fluctúa de forma sinusoidal, el sujeto puede
experimentar una fusión en todas las frecuencias inferiores a la frecuencia
crítica, siempre que esté reducido el nivel de modulación de esta luz.
Las células receptoras del gusto se
reparten por toda la cavidad oral, la faringe, la laringe y el esófago; son
células epiteliales modificadas localizadas en las yemas gustativas. Sobre la
lengua, las yemas se agrupan en estructuras superficiales denominadas papilas;
en el epitelio se encuentran también yemas gustativas extralinguales.
Los receptores olfativos primarios se
localizan en áreas de tejido, denominadas neuroepitelio olfatorio, situadas en
la porción más superior de las fosas nasales. Una porción de una célula receptora
olfatoria se envía a la superficie del epitelio nasal y el otro extremo se
conecta directamente a través de un axón largo a uno de los dos bulbos
olfatorios del cerebro. Desde aquí, la información se transmite hasta numerosas
áreas cerebrales. Las sustancias olorosas son compuestos químicos volátiles que
deben contactar con el receptor olfatorio para que se produzca la percepción
del olor.
Receptores cutáneos
La sensibilidad cutánea comparte los
elementos principales de todos los sentidos básicos. Los receptores
sensoriales, que son las terminaciones de unas células nerviosas
especializadas, captan las propiedades del mundo exterior, como el color, el
sonido o la vibración, y convierten estos datos en impulsos nerviosos. Estas señales
se transmiten entonces al sistema nervioso central, donde se convierten en la
base para interpretar el mundo que nos rodea. Es útil reconocer tres aspectos
esenciales de estos procesos. Primero, la energía y los cambios del nivel de energía
sólo pueden percibirse por medio de un órgano sensorial capaz de detectar el
tipo específico de energía en cuestión. En segundo lugar, nuestras percepciones
son necesariamente sombras imperfectas de la realidad, porque nuestro sistema
nervioso central se limita a reconstruir una imagen incompleta de las señales
que transmiten sus receptores sensoriales. Tercero, nuestros sistemas
sensoriales nos aportan una información más exacta sobre los cambios en nuestro
entorno que sobre las condiciones estáticas. Estamos bien dotados con
receptores sensoriales para las luces parpadeantes, o para las pequeñas
fluctuaciones de temperatura que provoca una brisa ligera; sin embargo, nuestra
capacidad sensorial es menor para recibir información sobre una temperatura o
una presión constantes sobre la piel.
Las sensaciones distintas de dolor, calor,
frío, presión y vibración se producen, por tanto, por la actividad sobre
distintas clases de receptores sensoriales y sus fibras nerviosas
correspondientes. Los términos “aleteo” y “vibración”, por ejemplo, se utilizan
para distinguir dos sensaciones vibratorias ligeramente distintas codificadas
por dos clases diferentes de receptores sensibles a la vibración. Las tres
categorías importantes de sensación dolorosa conocidas como dolor punzante,
quemante y sordo se han asociado con clases distintas de fibras aferentes
nociceptivas. Sin embargo, esto no quiere decir que una sensación específica se
relacione necesariamente sólo con una clase de receptor; a una sensación
determinada puede contribuir más de una clase de receptores y, de hecho, las sensaciones
pueden variar dependiendo de la contribución relativa de las diferentes clases
de receptores.
Receptores capilares
Un pelo típico está cubierto por una red
de terminaciones nerviosas ramificadas a partir de cinco a nueve axones
mielinizados. En los primates, estas terminales se clasifican en tres
categorías: terminaciones lanceoladas, fusiformes y papilares. Los tres tipos
son de adaptación rápida, de forma que la inclinación mantenida del pelo sólo
causa impulsos nerviosos cuando se produce el movimiento. Por tanto, estos
receptores son muy sensibles a los estímulos de movimiento o vibratorios, pero ofrecen
escasa o nula información sobre la presión o el tacto constantes. Las
terminaciones lanceoladas salen de una fibra muy mielinizada que forma una red
alrededor del pelo. Las neuritas terminales pierden su cobertura habitual de
células de Schwann y se abren camino entre las células de la base del pelo. Los
axones rodeados de células de Schwann forman terminales fusiformes. Estas
ascienden hasta el tallo del pelo inclinado y terminan en un grupo semicircular
justo debajo de un glándula sebácea o productora de grasa. Las terminaciones
papilares se diferencian de los terminales fusiformes porque en vez de terminar
sobre el tallo del pelo, acaban como terminaciones nerviosas libres alrededor
del orificio del pelo. Es probable que existan diferencias funcionales entre
los tipos de receptores capilares. Esto se explica en parte por las diferencias
estructurales en relación con la forma en que los nervios terminan sobre el
tallo del pelo y, en parte, por las diferencias en el diámetro de los axones,
ya que los axones de diámetros diferentes conectan con estaciones centrales diferentes.
Con todo, las funciones de los receptores en la piel con vello continúan siendo
objeto de estudio.
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